Ahora los políticos hablan de despoblación, de medidas
contra la despoblación. Nos presentan las mismas medidas que han aplicado al
mundo rural durante las últimas décadas como “medidas contra la despoblación”.
Las mismas medidas que han hecho que el campo se este terminando de despoblar
son presentadas como solución al problema.
El problema es el ruralicidio. Es el asesinato, con todas
las agravantes: premeditación, alevosía, posición dominante…, de un mundo
post-burgués y mercantilista en que no cabe un espacio que no se ajusta a sus
parámetros: concentración del mercado, ética del beneficio, anonimato,…
Este ruralicidio no es de hoy, viene de décadas, según
regiones y comarcas antes o después. Hoy ya hay zonas consideradas desiertos
demográficos, extensas zonas con menos habitantes por km2 que
regiones míticas por su despoblación, eso ha llevado a que se identifique ya
una “Laponia del Sur”, pero otras extensas zonas de la península se encuentran en
la misma posición, ya despobladas o con procesos en esa dirección.
Frente a ello no cabe seguir considerando el mundo rural
como el sitio donde se va de vacaciones o a visitar. Es necesario políticas
activas, no planes elaborados por técnicos urbanos de ambientes urbanos con
mentalidad globalista.
Estas políticas han de conseguir asentar población en las
áreas rurales, población que tenga un ingreso económico todo el año. Con planes
de desarrollo para esas mismas poblaciones. Zonas rurales que tengan todos los
servicios públicos completos: sanidad, educación,... y los servicios no
públicos también: ocio, comercio, alimentación,… y con servicios que den
trabajo y atraigan como hostelería, turismo rural sostenible. Pero planes que
se desarrollen, los planes que solo transitan por los despachos de las
capitales no lograrán jamás frenar el ruralicidio español.
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